No espero lo probable, nada más lo inimaginable; un viaje a ninguna parte en un sitio conocido...

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The Flying Doctor

By Moliere

(Fragment)

PERSONS REPRESENTED.
Gorgibus, father to Lucile.
Valère, in love with Lucile.
Sganarelle, servant to Valère.
Gros-René, valet to Gorgibus.
A Lawyer.
Lucile.
Sabine, cousin to Lucile.

THE FLYING DOCTOR.

SCENE I.——VALÈRE, SABINE.

Val. Well, Sabine, what do you advise me to do?

Sab. I have really much to tell you. My uncle is bent upon marrying my cousin to Villebrequin, and things have gone so far, that I believe the wedding would have taken place to-day if you were not loved by her. However, as my cousin told me the secret of all the love she feels for you, and as we were almost driven to desperation through the avarice of our niggardly uncle, we thought of a capital device to prevent the marriage: at the present moment my cousin affects to be ill, and the foolish old man, who is easily deceived, has just sent me to fetch a doctor. Could you not find one, some friend of yours, who would be on our side, and order the invalid to go into the country for a change of air? The old man will be sure to send my cousin to live in the pavilion, which is at the bottom of our garden. In that way you will be able to see her, unknown to our uncle, and marry her; then let him and Villebrequin curse as much as they please.

Val. But what means have I of finding so suddenly the doctor I want, and who would risk so much to serve me? I tell you frankly I know of none.

Sab. Now I think of it, why don't you have your servant dressed up as a doctor? There is no one more easy to dupe than the old fellow.

Val. But Sganarelle is a blockhead who will spoil everything. However, as we have nobody else, we must make use of him. But where shall we find him?——Ah! here he is in the very Nick of time. (Exit Sabine.)

SCENE II——VALÈRE, SGANARELLE.

Val. Ah! my poor Sganarelle, how glad I am to see you! I want your help in a most important
business, but as I do not know what you can do…

Sgan. What I can do, sir? Only make use of me in your more important business, in things of consequence: for instance, send me to see what time it is by the clock; send me to the market to ask the price of butter; send me to water a horse; it is then that you will be able to judge of my talents.

Val. I ask for none of these things, I want you to play the part of a doctor.

Sgan. I, a doctor, sir! I am ready to do all you please, but as for being a doctor, I say no; I am your servant, I will be nothing of the kind. I ask you how I should set about it; goodness me, sir, you are only laughing at me.

Val. If you will try, I will give you ten pistoles.

Sgan. Ah! ten pistoles; well, I won't say I am no doctor, for you see, sir, I am not so scrupulous as to tell you the whole truth. But supposing I am a doctor, where shall I go?

Val. To the old man Gorgibus, to see his daughter who is ill; but you are a blockhead who, instead of doing what we want, might…

Sgan. Ah! sir, don't be anxious; I'll answer for it that I can kill anybody as well as any doctor in the town. The proverb usually is, "after death comes the doctor," but you will see that if I have anything to do with it, it will be, "after the doctor comes death!" But now, while I think of it, it must be difficult to play the doctor; and if I do nothing right…?

Val. There will be nothing difficult to do in this case. Gorgibus is a simpleton, a boor, who will readily believe everything you say, provided you speak to him of Hippocrates, of Galen, and that you have brass enough.

Sgan. You mean that I shall have to speak of philosophy and mathematics. Leave that to me;
if he is a man as easily deceived as you say, I answer for everything. You have only to find me a doctor's gown, tell me what you expect from me, and give me my diploma, that is, my ten pistoles. (Exeunt Valère and Sganarelle.)

SCENE III.——GORGIBUS, GROS-RENÉ.

Gor. Go quickly and fetch the doctor for my daughter who is very ill; make haste!

Gr.-Re. Why the deuce do you think of giving your daughter in marriage to an old man? Don't you see that it is the longing she has for a young one that makes her ill? See the attraction there is,

Gor. Go quickly! I am greatly afraid that the wedding will have to be put off on account of this illness.

Gr.-Re. That is what vexes me, for I was looking forward to a good round bellyfull, and now I have to do without it. Yes, yes, I'll go to fetch the doctor, but it is as much for my own sake as for your daughter's. I am dreadfully disappointed. (Exit Gros-René.)

El sueño de una noche de verano

De William Shakespeare

(Fragmento)

I.i            Entran TESEO, HIPóLITA, [FILóSTRATO] y otros.
TESEO
Bella Hipólita, nuestra hora nupcial
ya se acerca: cuatro días gozosos
traerán otra luna. Mas, ¡ay, qué despacio
mengua ésta! Demora mis deseos,
semejante a una madrastra o una viuda
que va mermando la herencia de un joven.
HIPÓLITA
Pronto cuatro días se hundirán en noche;
pronto cuatro noches pasarán en sueños,
y entonces la luna, cual arco de plata
tensado en el cielo, habrá de contemplar
la noche de nuestra ceremonia.
TESEO
Anda, Filóstrato,
mueve a la alegría a los jóvenes de Atenas,
despierta el vivo espíritu del gozo.
Y manda la tristeza a los entierros:
tan mustia compañía no conviene a nuestra fiesta.

[Sale FILÓSTRATO.]

Hipólita, te he cortejado con mi espada
e, hiriéndote, tu amor he conquistado[L1] .
Mas voy a desposarte en otro tono:
con festejo, celebración y regocijo.

Entran EGEO y su hija HERMIA, LISAN­DRO y DEMETRIO.

EGEO
¡Salud a Teseo, nuestro excelso duque!
TESEO
Gracias, buen Egeo. ¿Qué noticias traes?
EGEO
Acudo a ti consternado a denunciar
a mi propia hija Hermia. -Acércate,
Demetrio. - Mi noble señor, este hombre tiene
mi consentimiento para unirse a ella. –
Acércate, Lisandro. - Y, mi augusto duque,
este otro le ha embrujado el corazón. -
Sí, Lisandro: tú le has dado tus poesías
y con ella has cambiado prendas de amor.
En el claro de luna le has cantado a su ventana,
afectando con tu voz tiernos afectos,
y en su mente tu imagen has sellado con pulseras
hechas con tu pelo, sortijas, adornos,
caprichos, baratijas, ramilletes y confites,
seductores de la incauta juventud;
con astucia a mi hija has cautivado,
y has trocado la obediencia que me debe
en tenaz insumisión. Gran duque,
si ella aquí, en tu augusta presencia,
se niega a casarse con Demetrio,
yo reclamo el antiguo privilegio ateniense;
puesto que es hija mía, yo dispongo de ella:
o se la entrego a este caballero[L2] 
o a la muerte, como de forma expresa
estipula nuestra ley para este caso.
TESEO
¿Qué respondes, Hermia? Considera, hermosa joven,
que tu padre debe ser para ti como un dios.
Él te dio belleza; sí, y para él
tú eres como imagen estampada
en cera: queda a su albedrío
conservar la figura o borrarla.
Demetrio es un digno caballero.
HERMIA
También Lisandro.
TESEO
En sí mismo, sí; pero en este caso,
al no tener la venia de tu padre,
el otro debe ser tenido por más digno.
HERMIA
Ojalá que mi padre viera con mis ojos.
TESEO
Tus ojos debieran ver con su juicio.
HERMIA
Suplico, mi señor, que me perdones.
No sé lo que me ha dado el valor,
ni si es conveniente a mi recato
defender ante ti mi pensamiento.
Mas te ruego, mi señor, que me digas
lo peor que puede sucederme
si me niego a casarme con Demetrio.
TESEO
La pena de muerte o renunciar
para siempre al trato con los hombres.
Por tanto, bella Hermia, examina tus deseos,
piensa en tu edad, mide bien tus sentimientos
y decide si, al no ceder a la elección paterna,
podrás soportar el hábito de monja,
encerrada para siempre en lóbrego claustro,
viviendo como hermana yerma de por vida
y entonando tenues himnos a la frígida luna[L3] .
Las que, venciendo su pasión, emprenden
tan casto peregrinaje son tres veces benditas,
pero en la tierra es más feliz la rosa arrancada
que la que, ajándose en intacto rosal,
crece, vive y muere en bendita doncellez.
HERMIA
Pues así he de crecer, vivir y morir, señor,
antes que ceder mi privilegio virginal
al hombre cuyo no querido yugo
mi alma se niega a obedecer.
TESEO
Considéralo despacio y, con la luna nueva,
el día en que mi amor y yo sellemos
un contrato de unión sempiterna,
ese día prepárate a morir
por no acatar el deseo de tu padre,
a casarte con Demetrio, como quiere,
o, en el altar de Diana, a hacer voto
de perenne abstinencia y celibato.
DEMETRIO
Querida Hernia, cede. Lisandro, somete
tu falaz pretensión a mi claro derecho.
LISANDRO
Demetrio, tú ya tienes el amor de su padre;
tenga yo el de Hermia. Cásate con él.
EGEO
Cierto, burlón Lisandro: él tiene mi amor,
y con mi amor le daré lo que es mío.
Como ella es mía, todos mis derechos sobre ella
se los transfiero a Demetrio.
LISANDRO
Mi señor, soy de tan noble cuna como él
y de igual hacienda. Estoy más enamorado,
mi posición se equipara, si es que no
supera, a la de Demetrio.
Y, lo que cuenta más que mis alardes,
la hermosa Hermia me quiere.
¿Por qué voy a renunciar a mi derecho?
Demetrio (y se lo digo a la cara)
ha cortejado a Helena, la hija de Nédar,
y le ha robado el alma; y la dulce Helena
ama, adora, idolatra con delirio
a este hombre corrompido y veleidoso.
TESEO
Debo confesar que también he oído eso
y pensaba hablar con Demetrio de este asunto,
mas, atareado con los míos propios,
se me fue de la memoria. Demetrio, ven,
y tú también, Egeo; vais a acompañarme:
os quiero hacer una advertencia a solas.
Respecto a ti, bella Hernia, prepárate
a ajustar tu capricho al deseo de tu padre;
si no, las leyes de Atenas, que yo no puedo
suavizar, han de entregarte a la muerte
o a una vida de santo celibato. -
Ven, Hipólita. ¿Cómo estás, mi amor? -
Demetrio y Egeo, venid conmigo.
Os he reservado algunas tareas
referentes a mis bodas, y quiero hablaros
de algo que os toca muy de cerca.
EGEO
Te seguimos con placer y acatamiento.






 [L1]Según las leyendas, Teseo derrotó a Hipólita, reina de las amazonas, y después se casó con ella.


 [L2]Demetrio.


 [L3]Es decir, a Diana, de la que Hernia tendría que ser sacerdotisa.

Cántico esdrújulo

De David Chericián


En las esdrújulas 
truenan las máquinas, 
ríen los párvulos 
en cada círculo, 
crecen los cítricos 
de dulzor ácido, 
flotan las túnicas 
de los filósofos, 
nadan las náyades 
muy mitológicas, 
se dan atléticos 
juegos olímpicos, 
trabajan físicos 
junto a mecánicos 
y otros científicos 
en energéticos 
centros atómicos— 
la tierra esférica 
gira en su órbita: 
mágica síntesis 
de lo fantástico— 
tiemblan los tímidos, 
no los intrépidos, 
y los anímicos 
bailan eufóricos— 
circula el tránsito 
de los vehículos, 
cruzan océanos 
los trasatlánticos, 
se alzan mayúsculas 
sobre minúsculas, 
pasan los miércoles 
hacia los sábados— 
en su pacífico 
rítmico trópico 
se agranda el ámbito 
de mi archipiélago, 
todo es dinámico 
vértigo cíclico— 
y en el estrépito 
de tanta música 
es tan simpático 
ser un esdrújulo!
 ____________________
Urí urí urí. Palabras para jugar. Libros del Rincón. SEP 1994
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Bodas de sangre

De Federico García Lorca



TRAGEDIA EN TRES ACTOS

Y SIETE CUADROS
(1933)

PERSONAJES.

LA MADRE..
LA NOVIA.
LA SUEGRA.
LA MUJER DE LEONARDO.
LA CRIADA.
LA VECINA.
MUCHACHAS.
LEONARDO.
EL NOVIO.
EL PADRE DE LA NOVIA.
LA LUNA.
LA MUERTE (como mendigo).
LEÑADORES.
MOZOS.

ACTO
ACTO PRIMERO

CUADRO PRIMERO
(Fragmento)

Habitación pintada de amarillo.

NOVIO.-(Entrando.) Madre.

MADRE.-¿Qué?

NOVIO.-Me voy.

MADRE.-¿Adónde?

NOVIO.-A la viña. (Va a salir.)

MADRE.-Espera.

NOVIO.-¿Quiere algo?

MADRE.-Hijo, el almuerzo.

NOVIO.-Déjelo. Comeré uvas. Deme la navaja.

MADRE.-¿Para qué?

NOVIO.-(Riendo.) Para cortarlas.

MADRE.-(Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja. .. Malditas sean todas y el bribón que las inventó.

NOVIO.-Vamos a otro asunto.

MADRE.-Y las escopetas y las pistolas y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de

la era.

NOVIO.-Bueno.

MADRE.-Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...

NOVIO.-(Bajando la cabeza) Calle usted.

MADRE.- ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.

NOVIO.-¿Está bueno ya?

MADRE.-Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa. Primero tu padre; que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.

NOVIO.-(Fuerte.) ¿Vamos a acabar?

MADRE.-No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre? ¿Y a tu hermano? Y luego el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar , hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios. ..Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes. ..

NOVIO.-¿Es que quiere usted que los mate?

MADRE.-No. ..Si hablo es porque. ..¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves navaja. Es que. ..que no quisiera que salieras al campo.

NOVIO.-(Riendo.) ¡Vamos!

MADRE.-Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de lana.

NOVIO.-(Coge de un brazo a la MADRE y ríe.) Madre, ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?

MADRE.-¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?

NOVIO.-(Levantándola en sus brazos.) Vieja, revieja, requetevieja.

MADRE.- Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres; el trigo, trigo.

NOVIO.-¿ Y yo, madre?

MADRE.-¿ Tú, qué?

NOVIO. -¿Necesito decírselo otra vez?

MADRE.-(Seria.) ¡Ah!

NOVIO.-¿Es que le hace mal?

MADRE.-No.

NOVIO.-¿Entonces?

MADRE.-No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento sin embargo, cuando la

nombro, como si me dieran una pedrada en la frente.

NOVIO.- Tonterías.

MADRE.-Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú y siento que te vayas.

NOVIO.-Pero usted vendrá on nosotros.

cVECINA.-¡Al fin compró la vi

MNVVMADRE.-¡Ay! (Pausa.)

NOVIOMADRVECINA.-(Triste.) ¿ y tu hijo?

VECINA.-jAy!

MADRE.-Salió. ñ

MADRE.- Tuvo suerte.

ADRE.-(Mirándolo.) HOVIO.-Me voy. MañanECINA.-¿Cómo estás? ECINA.-Tú estás bien.

ia

.-¿Qué quiE.-Ya ves.

jo. iré a

ere usted?

MADRE.-No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu her-mano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia.

NOVIO.-(Fuerte.) Vuelta otra vez.

MADRE. -Perdoname. (Pausa.)¿Cuánto tiempo llevas en relaciones?

NOVIO.-Tres años. Ya pude comprar la viña.

MADRE.- Tres años. ¿Ella tuvo un novio, no?

NOVIO.-No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quién se casan.

MADRE.-Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está.

NOVIO.-Usted sabe que mi novia es buena.

MADRE.-No lo dudo. De todos modos siento no saber cómo fue su madre.

NOVIO.-¿Qué mas da?

MADRE.-¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?

NOVIO.-(Alegre) ¿Le parece bien el domingo?

MADRE.-(Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son anti.guos, y tú le compras. ..

NOVIo.-Usted entiende más. ..

MADRE.-Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes. .. ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti!

MADRE.-Sí, sí, y a ver si me alegras con seis nietos, o los que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí.

NOVIO.-El primero para usted.

MADRE.-Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.

NOVIO.-Estoy seguro de que usted querrá a mi novia.

MADRE.-La querré. (Se dirije a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea.

NOVIO.-Me voy.

MADRE.-Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.

NOVIO.-¡Lo dicho!

MADRE.-Anda con Dios. (Vase el NOVIO. La MADRE queda sentada de espaldas a la puerta. Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.) Pasa.

VECINA.-Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos!. ..

MADRE.-Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.

MADRE.-¿Lo crees?

VECINA.-Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos cortados por la máquina. (Se sienta.)

MADRE.-¿A Rafael?

VECINA.-Sí. y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están, dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles.

MADRE.-Calla. Todo eso son invensiones, pero no consuelo.

MADRE.-¡Siempre igu

VECINA.- Tú me preguntaste.

al! MADRE.-(Serena.) ¡Las cosas!

VECINA.-(Besándola.) Nada. .

MADRE.-No le diré nada. MADRE. -¿Has visto qué día de

VECINA.-Ahora se casará.

MADRE.-(Como despertando y acercando su silla a la silla de la VECINA.) Oye.

VECINA.-(En plan confidencial.) Dime.

MADRE.-¿Tú conoces a la novia de mi hijo?

VECINA.-¡Buena muchacha!

MADRE.-Sí pero...

VECINA.-Pero quien la conozca a fondo no hay nadie. Vive sola con su padre allí, tan lejos, a diez leguas de la casa más cercana. Pero es buena. Acostumbrada a la soledad.

MADRE.-¿Y su madre?

VECINA.-A su madre la conocí. Hermosa. Le relucía la cara como a un santo; pero a mí no me gustó nunca. No quería a su marido.

MADRE. -(Fuerte.) Pero ¡cuántas cosas sabéis las gentes!

VECINA.-Perdona. No quise ofender; pero es verdad. Ahora, si fue decente o no, nadie lo dijo. De esto no se ha hablado. Ella era orgullosa.

MADRE.-Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerta las conociera nadie. Que fueran como dos cardos, que ninguna persona les nombra y pinchan si llega el momento.

VECINA.-Tienes razón. Tu hijo va le mucho.

MADRE.-Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la muchacha tuvo novio hace tiempo.

VECINA.- Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años, con una prima de ella, por cierto. Nadie se acuerda del noviazgo.

MADRE.-¿Cómo te acuerdas tú?

VECINA.-¡Me haces unas preguntas! ...

MADRE.-A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?

VECINA.-Leonardo.

MADRE.-¿Qué Leonardo?

VECINA.-Leonardo el de los Félix.

MADRE. -(Levantándose.) ¡De losFélix!

VECINA.-Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.

MADRE.-Es verdad... Pero oigo eso de Felix que llenárseme de cieno la boca (Escupe) y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar.

VECINA.-Repórtate; ¿qué sacas con eso?

MADRE.-Nada. Pero tú lo comprendes.

VECINA.-No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada. Tú estas vieja. Yo, tambien. A ti y a mí nos toca callar.

VECINA.-Me voy, que pronto llegará mi gente del campo.

VECINA.-Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los segadores. Adiós, mujer.

MADRE.-Adiós (La Madre se dirige a la puerta de la izquierda. En medio del camino se detiene y lentamente se santigua.)

TELÓN

La sirena varada

De Alejandro Casona


Acto primero, escena segunda

Ricardo, Don Florín, Daniel, luego Pedrote

FLORÍN.
¿Qué te propones? ¿Qué vas a hacer aquí?

RICARDO.
Es algo complicado. Por lo pronto voy a fundar una república.

FLORÍN.
Muy platónico.

RICARDO.
Una república de hombres solos donde no exis¬ta el sentido común.

FLORÍN.
¡Admirable! ¿Y para cuántos días?

RICARDO.
Para siempre.

FLORÍN.
Demasiado; ya serán unos días menos.

RICARDO.
Le estoy hablando en serio. Encuentro que la vida es aburrida y estúpida por falta de imagi¬nación. Demasiada razón, demasiada disciplina en todo. Y he pensado que en cualquier rincón hay media docena de hombres interesantes, con fantasía y sin sentido, que se están pudriendo entre los demás. Pues bien: yo voy a reunirlos en mi casa, libres y disparatados. A inventar una vida nueva, a soñar imposibles. Y todos conmigo, en esta casa: un asilo para huérfanos de sentido común.

FLORÍN.
Buen programa; como para proponérselo a tu tía Águeda. ¿Y crees que encontrarás esos hom¬bres?

RICARDO.
Allá veremos. (Por Daniel.) Por lo pronto ya somos dos y hace unos días era yo solo. ¿Ve usted? Ese hombre, que es capaz de vivir a os¬curas porque le aburren los colores, ese es de los míos.

FLORÍN.
Ese hombre... Pero, ¿qué hace?

DANIEL.
Nada, estaba viendo esta revista; no merece la pena. (La deja y enciende un pitillo.)

FLORÍN.—(Poniéndose grave.)
Por lo visto lo habéis tomado en serio.

RICARDO.
Imaginación, ya se lo he dicho. Le estaba ha¬blando de nuestros proyectos, ¿sabes, Daniel? Pero no tengas miedo; este razonable señor no formará en nuestra república.

FLORÍN.
¡Yo! ¡Dios me libre!

RICARDO.
Los nuestros han de ser muy otros: extravagan¬tes, magníficos. Y a nuestra puerta habrá un cartel diciendo: "Nadie entre que sepa geome¬tría".

FLORÍN.
¡Bravo; arreglado el mundo! Ya me gustaría ver cómo se puede hacer una vida toda de fan¬tasías.

RICARDO.
Muy sencillo... para nosotros. Para usted, im¬posible. Un ejemplo: ¿usted ve ese árbol que hay ahí?

FLORÍN.—(Ingenuo.)
¿Dónde?

RICARDO.—(Señalando al centro de la escena.)
Ahí.

FLORÍN.
Pero Ricardo...

RICARDO.
Pues yo sí. Ahí está toda la diferencia. ¿Tú lo ves, Daniel?

DANIEL.
¡Hermoso roble!

FLORÍN.—(Resoplando.)
Tururú. (Irónico otra vez.) ¿Y esto es lo que has venido a hacer aquí, los grandes proyectos? Vamos, no seas niño.

RICARDO.
¡Niño! ¡Qué más quisiera! (Triste un momen¬to.) ¡Pero no como lo fui yo! (Recobrándose.) No hablemos de eso. (A Pedrote, que entra con el servicio.) Cuidado con ese árbol, Pedrote.

PEDROTE.—(Deteniéndose.)
No me había fijado. (Da un rodeo para llegar a ellos.) El café.

FLORÍN.—(A Pedrote.)
Pero ¿también tú?

RICARDO.—(Ríe.)
Aquí todos, no se enfade.

FLORÍN.
¿Enfadarme? ¡Quiá! Si fuera otro pensaría que estaba en una casa de orates. Pero ya te conoz¬co: carnavalada para unos días, y a aburrirse otra vez en el mundo. Neurastenia.

RICARDO.
Pongamos neurastenia. El café, excelente, Pe¬drote. ¿Preparaste la cena del señor fantasma?

PEDROTE.
Sí, señor.

RICARDO.
¿Le había dicho a usted que teníamos un fan¬tasma, don Florín? Lo alquilé con la casa, pero no funciona. Quizás sea mejor así; estos fantas¬mas de provincias...

FLORÍN.
Bueno está lo bueno, Ricardo. No es que yo crea en tales cosas; pero no me parece broma de buen gusto.

RICARDO.
¡Tampoco eso! Pues, señor, estoy viendo que acabamos echándole a usted por una ventana. ¡Y con lo que yo le quiero, abuelo!